Desde el Ministerio Público Fiscal destacaron la "valentía" de las víctimas, primero para denunciar los abusos y tormentos por que sufrieron en el culto de Eduardo De Dios Nicosia y, luego, para ratificar las palabras en el debate.
El Tribunal Oral Federal de Mar del Plata es, durante juicios como el que se realizó contra la secta que funcionó en el Hotel City, una sala de exposición de horrores, que las víctimas sacaron a la luz con sus testimonios, cargados de dolor contra la organización liderada por el fallecido Eduardo De Dios Nicosia, que desde la década del setenta captó y acogió a personas en situación de vulnerabilidad con el fin de reducirlas a la servidumbre y explotarlas.
El fiscal auxiliar Carlos Fioriti destacó desde un primer momento la “valentía” de las víctimas, primero por denunciar a sus propios familiares, Nicosia y su pareja Silvia Capossiello, luego por haber ratificado esos testimonios en el debate.
En parte, gracias a estos testimonios es que el Tribunal Federal condenó a Capossiello a 25 años de prisión, a Jesús Coronado Acurero a 14 y a Luis Fanesi a 6. Además, para cuatro de estas víctimas los jueces ordenaron reparaciones económicas millonarias por los daños morales sufridos.
Los relatos de horror de las víctimas se remontan a finales de los ochenta, cuando la secta de Nicosia se había instalada en una casa quinta en Francisco Álvarez, del partido de Moreno.
Las víctimas recordaron esos días con dolor. Recordaron que en el patio había un puma atado, al que le tenían terror, y que su padre los obligaba a pasar por al lado para poder ir al baño. Cada vez que iban al baño, las víctimas dijeron que tenían terror de ser devorados por el puma.
En esa casa quinta, los niños tenían un poni con el que podían jugar. El animal hacia siempre una “gracia” corría por el pasto y saltaba al puma, que estaba echado y no llegaba a morderlo. Hasta que un día, el poni no logró saltar al peligroso felino y este lo atacó, lo mordió y lo dejó gravemente herido.
Nicosia se hizo presente junto a su fiel seguidor, el imputado Jesús Coronado Acurero, y al encontrar al poni agonizando le pegaron un disparo en la cabeza para matarlo. Las víctimas mencionaron que Nicosia mandó a llamar a todos sus hijos. Se sacó la ropa y, desnudo, les dijo que la vida del poni ya no existía, que solo existía su alma y le entregó a su hijo mayor un cuchillo para que abriera al animal. Luego, ordenó a todos los niños, de entre 2 y 12 años, que metieran sus manos en el interior del caballo para extraer las balas.
Las víctimas dijeron que aún recuerdan la sensación, la sangre, los órganos del animal con el que jugaban y la mirada de satisfacción de su padre, de Nicosia, quien los observaba desnudo a unos metros.
En otro testimonio, otro hijo de Nicosia que habló desde la embajada argentina en Venezuela detalló una serie de torturas y episodios traumáticos que vivió y que lo marcaron de por vida, como por ejemplo el haber sido sumergido en agua fría en los inviernos para que no llorara, algo que le dejó secuelas, como su miedo a estar bajo agua.
Narró que Nicosia constantemente los torturaba y que, incluso, disfrutaba con sus acciones. Los castigos eran constantes y entre los tormentos mencionó golpes con una fusta, descargas eléctricas -a modo de picanas- con una máquina de acupuntura y quedar colgado boca abajo como si fuese un péndulo.
Otra de las víctimas, hija de Nicosia y quien producto de una violación tuvo un hijo con él, describió los abusos reiterados que sufría, las torturas y todos los tormentos padecidos, tanto de ella como de sus hermanas y hermanos.
La víctima explicó que era tal el grado de manipulación y miedo que le tenían al líder de la secta, el fallecido Nicosia, que no podían escaparse del Hotel City por más que la puerta estaba siempre abierta.